LOS JUEVES LITERARIOS - esta semana, UNA HISTORIA CALENTITA ......

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Nuevamente y ya no se acuerda ni cuántas van, Miriam está delante del espejo viendo las señales de una agresión.

Ojo amoratado, casi cerrado por la hinchazón, un corte poco más abajo, en el pómulo, escoriaciones en las mejillas...

Es la caricatura de una mujer.

¡Mujer! ...cuántas veces ha maldecido el haber nacido mujer.

No habla, no opina, no va, no viene, no hace nada por sí misma...

Para todo tiene que contar con la aprobación de él.

¡Él!

¿Quién era él?

Nunca lo supo.

Solo alguien que disponía de su cuerpo, de su vida, de su ser; alguien que ni sabía si la veía, si la escuchaba, si sabía que existía...Mucho menos qué pensaba, qué sentía, qué le gustaba, qué soñaba....

Pero así era su cultura, su abuela, su madre, ella, todas las mujeres vivían igual.

¿Es que nadie se había cuestionado nada?

¿Es que, de verdad, a nadie le importaba vivir así?

Vivir... bueno no era la palabra exacta, simplemente, estar...

Pasaba de la tutela de su padre, de sus hermanos a la de su marido. Siempre en silencio, incluso a veces tenía miedo de pensar, no fuera alguien pudiera siquiera intuirlos.

Se tapó con el velo la parte de la cara magullada, y en silencio salió de la casa por la puerta de atrás, como una sombra, como un bulto...

Sin levantar los ojos del suelo, con la cara casi oculta en los pliegues del velo, con pasos cortos y apresurados se dirigía a casa de Mara, su mejor amiga.

Era una mujer de su edad, con la única que se atrevía a mostrar su lado más sincero, más auténtico, a descubrir la amargura que llevaba clavada en su corazón y su alma.

También ella vivía y sentía en sus carnes el legado de sumisión y ninguneo que habían heredado de sus antepasados.

Mara estaba sola; la vio llegar desde la rendija de la persiana de su habitación y se apresuró a abrir. Pasó sigilosa por el pasillo hasta la puerta de entrada, Miriam entró presurosa y tras ella se cerró la puerta.

Mara la acogió en sus brazos, en un cálido y entrañable abrazo.

En su hombro, notaba el flujo de lágrimas silenciosas, quedas... Como si fueran la lava que salían del cráter de fuego que llevaba dentro, que le quemaba, que la abrasaba y devoraba las entrañas.

Se dirigieron a la alcoba y con un gesto suave, Mara le ayudó a sentarse en la cama, ofreciéndole un vaso de agua.

Cuando Miriam acercó el vaso a los labios, dejó al descubierto las laceraciones infringidas en su rostro.

La amiga se sentó a su lado, y con un pañuelo, inició a limpiarle la herida y a poner paños de agua muy fría en la hinchazón del ojo...

Miriam seguía llorando, era la única válvula de salida a tanto dolor, a tanta humillación a tanta sinrazón. El salitre de las lágrimas al deslizarse por el rostro, hacía que aún doliera más el corte y la irritación ocular fuera mayor.

Con un gesto angelical, Mara tomó su rostro entre sus manos y con mucha suavidad, depositó un beso sobre la parte magullada del rostro.

Un beso largo, dulce, como queriendo cauterizar tanto la herida exterior como el sufrimiento interior.

Eso hizo recrudecer todavía más los sollozos de Miriam.

Se alzaron del borde de la cama y se fundieron en un abrazo. Sin palabras....Quietas, solo oyendo el latir de los respectivos corazones.

Con mano temblorosa, Mara levantó la barbilla de Miriam para poder mirarle a los ojos y transmitirle su pesar por el sufrimiento; el gran cariño que sentía, así como su incondicional amistad y amor.

Cuando los ojos se cruzaron, las dos esbozaron una leve sonrisa y sin saber cómo, sus labios temblorosos se unieron en un beso tímido, suave, dulce y maravilloso.

Ninguna de las dos habían nunca sentido un beso así, nadie les había besado con tanta delicadeza y ternura.

Lo hicieron eterno, experimentando una serie de sensaciones hasta ahora desconocidas. Temblaban, su corazón palpitaba desacompasado...

Empezaron a acariciarse la espalda mientras sentían sus turgentes pechos unidos, subiendo y bajando al compás de una respiración que cada vez se hacía más fuerte, más honda...

Pronto las manos empezaron a bajar, y a meterse por los pliegues de la ropa hasta que llegaron a la piel.

Una piel suave, que respondía de una forma distinta a ese tacto también distinto, algo totalmente nuevo para las dos.

De pronto se vieron transportadas a un torbellino de sensaciones que hicieron que sus cuerpos se estremecieran y ávidos, empezaron a fundirse más y más en caricias nuevas y desconocidas hasta entonces...

Juntas descubrieron el climax, la "petite mort" , la muerte súbita del placer excelso!

Se quedaron quietas, jadeando, acariciando la una el cuerpo de la otra, sudoroso, tembloroso de tanta pasión, como aguas turbulentas que se van aquietándose poco a poco, dulcemente, mansamente...

Jamás sus manos, sus labios, la piel, habían dado ni recibido tanto cariño, tanto amor y tanta pasión...

Pasión sublime, pura, sincera y verdadera.

Llegaron a adormecerse una en brazos de la otra, dejando que sus cuerpos y almas se inundaran de paz, de sosiego...

Al atardecer, cuando el sol empezaba a mecerse en el horizonte, dejándose aletargar por las sombras que poco a poco cubrirían la ciudad, nuevamente una silueta envuelta en misterio, sale de la casa de forma sutil.

Su cara lleva dibujada una sonrisa, su corazón felicidad y su cuerpo, lleno, rebosante de placeres y sensaciones vividas intensamente...

Habían descubierto el placer... el amor...el paraíso.