
Caminaba sin rumbo, aturdida, sin ver ni por donde iba ni con quien se cruzaba... Era como si estuviera sola en el mundo.

Por otra parte el niño también se siente diferente de sus compañeros de clase, sus intereses suelen ser distintos y por tanto sus juegos, y sus conversaciones le convierten pronto en alguien distinto, raro. Alguien que discute sobre filosofía a los 10 años, o discrepa del papel de la mujer en la familia cuando tiene 8 años, puede convertirse en raro, impopular y objeto de burlas por los demás niños.
Y como todo lo diferente genera rechazo en general, rechazo por falta de entendimiento mutuo, el niño tiene unos intereses que sus compañeros no comprenden, y él no comprende los intereses de sus compañeros que le parecen demasiado infantiles, la tendencia más general es al aislamiento en la clase, aislamiento interior al menos porque suele aprender a disimular e intentar pasar desapercibido.
A ello a veces se une la brillantez escolar, el que saque muy buenas notas y por lo tanto los profesores lo destaquen públicamente, lo que genera el rechazo del empollón. Y como consecuencia que deje de sacar buenas notas a propósito para no destacar. O bien al contrario, que por falta de motivación tenga un rendimiento mínimo y a la falta de integración con sus compañeros se una el rechazo de los profesores.
Con todo ello, sobrevivir en la escuela es cuando menos complicado. Desarrollarse y crecer con un buen grado de autoestima en un ambiente en el que el niño se siente incomprendido en general es complicado, y por ello el apoyo emocional, el cariño y la estabilidad que le ofrezcan los adultos que le rodean es fundamental.
Si se detecta temprano que el niño es superdotado y tanto él como sus padres reciben la orientación adecuada por profesionales expertos, y si además se cuenta con el apoyo y la comprensión de los profesore la escuela puede ser un lugar estupendo para que el niño superdotado crezca y disfrute como cualquier otro niño
SUPERDOTADOS - ALTO COCIENTE INTELECTUAL.
Si la media de la inteligencia de la población la situamos en 100 puntos de una escala, la mayoría de la población se sitúa entre 80 y 120 puntos.
Las personas con un CI entre 120 y 130 se consideran brillantes, con una inteligencia superior, y a partir de 130 puntos podemos hablar de Superdotación Intelectual. Aproximadamente 2 de cada 100 personas son Superdotados.
La Superdotación Intelectual se asocia habitualmente con una serie de rasgos de comportamiento que podríamos esquematizar en los siguientes:
Alta sensibilidad
Excesiva cantidad de energía
Perdida de atención, aburrimiento fáciL.
Resistencia a la autoridad si no es democrática.
Placer por la lectura y/o matemáticas
A menudo emocionalmente inestables.
Creatividad, Intuición
Gran sed de conocimientos, curiosidad por saber de las cosas más diversas
Desarrollo precoz, adultos antes de tiempo
Individualismo
Gran capacidad de razonamiento, y de manipulación.
SUPERDOTACIÓN
El diccionario la define como la capacidad de entender o comprender, por encima de la media..
Howard Gardner, autor de la teoría de las Inteligencias Múltiples propone ocho tipos de inteligencia: lingüística,
matemática,
musical,
espacial,
naturalista,
corporal-cinética,
interpersonal E
intrapersonal.
R.J. Sternberg nos habla de la teoría tripartita de la inteligencia: Analítica, Creativa y Práctica.
El inteligente ¿nace o se hace?
La inteligencia es una cualidad genética, como los ojos azules, o el pelo castaño, pero si dur ante el crecimiento dispone del ambiente adecuado se desarrollará más o menos. Si en los años 1970 se creía que el 80 % de la inteligencia se heredaba, últimamente se cree que solo el 50% es debido a la herencia, y que el entorno y la educación influyen en otro 50%.Así la inteligencia de los superdotados es algo con lo que nacen, pero que necesita un ambiente adecuado para desarrollarse.
Importa más el impacto de los sentimientos abstractos que los físicos y concretos de la sed o el hambre. Los dolores causados por motivos sociales –como un desamor– o los placeres de igual naturaleza –como aprobar una oposición– activan idénticos circuitos cerebrales que los estímulos fisiológicos, básicos para sobrevivir, como la práctica del sexo.
Se está confirmando, pues, una sospecha que teníamos muy pocos en el sentido de que el cerebro trata con la misma deferencia o indiferencia, según se mire, experiencias sociales y abstractas como una falta de reconocimiento social y conductas físicas tan concretas como saciar el hambre o morir de sed.
Lo que está sugiriendo la ciencia, ni más ni menos, es que el mundo de los sentimientos y la historia del pensamiento inciden en el corazón de la gente en no menor medida que una hambruna o el calentamiento global. ¿Entonces por qué nos ocupamos menos de los primeros que de los segundos?
Y, si eso es cierto –y ya no puede negarse que forma parte del pequeño y modesto acervo científico–, deberían matizarse muchas de nuestras convicciones o, cuando menos, alterar lo que yo llamo nuestra “estrategia de compromisos”. No es seguro, por ejemplo, que nuestra supervivencia dependa en mayor medida del famoso cambio climático que de nuestro reconocimiento individual por el resto de la sociedad; de saber, en definitiva, si me odian o me aman.
Una cría de chimpancé se aferra a su madre. El cuidado parental juega un papel esencial en el aprendizaje de los mamíferos. Esta característica, ha valido a los mamíferos (humanos incluidos) su éxito evolutivo (imagen: usuario deFlickr).
Es mucho menos probable de lo que se creía hasta ahora que nuestras necesidades fisiológicas revistan un grado de urgencia mayor que nuestros sentimientos. A ver si ahora resulta que dar dinero para combatir el sida o la malaria activa el llamado “circuito cerebral de recompensa” en mayor medida que recibir la misma cantidad de dinero para colmar necesidades personales. (Confidencialmente, les confieso a mis queridos lectores que también esto ha sido comprobado en experimentos apoyados en resonancias magnéticas funcionales, aunque recomendaría no divulgarlo todavía para no soliviantar excesivamente a los incrédulos y psicópatas a quienes cuesta admitir o sentir el dolor ajeno.)
El misterio no desvelado todavía es por qué el cerebro trata igual la necesidad afectiva que la física. Todo el mundo entiende que la falta de alimentos y de agua o las temperaturas extremas causan dolor. Pero ¿por qué utiliza el cerebro el mismo sistema neurológico para abordar privaciones y recompensas físicas que privaciones y recompensas morales?
Un equipo de científicos liderado por H. Takahashi de la Universidad de California, en Los Ángeles, sugiere que existen razones evolutivas de supervivencia de la especie que explicarían dicho comportamiento. En los mamíferos –y muy particularmente en los humanos– es muy elevada la dependencia de los recién nacidos, que llegan al mundo desprovistos de los mecanismos necesarios para sobrevivir por su cuenta. El precio pagado por disfrutar de una inteligencia mayor que el resto de los mamíferos cuando se es adulto implica dedicar los siete primeros años de la vida alaprendizaje y a formar la imaginación, en régimen de todo cubierto, por supuesto, incluidos los gastos sanitarios.
Sin la dedicación de un cuidado específico, que sólo puede dimanar de sentimientos y afectos sociales, ningún recién nacido podría sobrevivir. En este sentido, los sentimientos sociales preceden la cobertura de las necesidades físicas y concretas, como dar de comer, calmar la sed o proporcionar la temperatura adecuada. Es muy discutible que sin esos sentimientos sociales pudiera darse luego la compensación física necesaria para sobrevivir. El cerebro acierta en dar a los primeros la misma prioridad que a la segunda. Esta vez, la evolución optó por la alternativa adecuada. Ahora, sólo hace falta que todos nosotros nos comportemos de igual manera. Por lo menos, durante 2010.